Fue mi primer capítulo general, y me di cuenta de lo estrechas y fraternales que son las relaciones en nuestra Sociedad. Creo que este capítulo sentó las bases de lo que vendrá dentro de unos años: la unificación de toda la congregación, como en sus inicios, pero con la esperanza de un nuevo comienzo.
Daniel Fernández, sm
El tiempo dedicado a la oración y la meditación, así como las oportunidades para debatir en grupo y mantener conversaciones individuales, sirvieron de apoyo a los procesos de toma de decisiones en las sesiones plenarias. Hubo un buen ambiente fraternal. La situación general de la Sociedad de María en todas sus unidades es grave, pero el Capítulo ha identificado perspectivas de esperanza y aliento. Nuestro carisma marista es un don precioso para la Iglesia y el mundo de nuestro tiempo.
Thilo Saft, sm
Mi experiencia en el Capítulo estuvo llena de emociones. Al principio, sentí nervios por tener que interpretar, pero también una profunda alegría al conocer a mis hermanos que, como yo, habían venido de distintas partes del mundo. Sabía que sería una oportunidad única para aprender y crecer juntos.
Durante tres semanas vivimos esta misteriosa experiencia llamada Capítulo, donde cada uno buscaba el bien de nuestra pequeña Sociedad. Hubo muchos temas, pero el elemento central siguió siendo el mismo: seguir a Cristo a la manera de María, en estos tiempos en que la escucha y la acogida se han convertido en tareas esenciales.
El mundo está cambiando rápidamente y estamos llamados a responder, pero siempre a la manera de María. Y responder a la manera de María comienza en nuestras comunidades, cuando nos abrimos a la internacionalidad, la interculturalidad y la intergeneracionalidad. Todos aprendemos unos de otros, y en esa diversidad se fortalece nuestra identidad, permitiéndonos llevar con honor el nombre de María.
El Capítulo me ha permitido ver en la vida real lo que estudio en la universidad; incluso más allá de la dimensión académica, ha sido una experiencia profundamente humana y espiritual, realmente fascinante. Concluyo esta reflexión dando gracias a Dios y a María por la gracia de vivir y sentir de cerca el corazón de nuestra Compañía, que late con fuerza hacia un futuro lleno de esperanza, pasión y misión.
En este camino, a veces nos encontramos desafiados y afrontamos muchas dificultades, pero también nos sentimos profundamente alentados por el Espíritu, que nos mueve a seguir caminando juntos. Confiamos en que María, nuestra primera superiora, afine nuestras voces y nos reúna en una sinfonía de fe, fraternidad, misión y servicio.
Eduardo Limón Gutiérrez, sm







